Dans le cadre de la pandémie COVID-19 (historique et transcendantale en termes socio-politiques, économiques et culturels), le cas vietnamien a largement surpris. Malgré sa proximité géographique évidente avec la Chine continentale, foyer de la maladie, le Vietnam enregistre à ce jour seulement 75 cas confirmés de contagion, 16 personnes ont guéri et aucun n’est décédé. Cela reflète-t-il le pouvoir économique et institutionnel d’un pays en développement accéléré?
¿Es posible una economía de mercado orientada al socialismo?
Vietnam es una nación soberana situada en el Sudeste Asiático, cuenta con una población de más de 95 millones de habitantes y ha experimentado desde comienzos del siglo XXI uno de los procesos de crecimiento más acelerados del mundo. Si bien continua siendo un país con ingresos bajos, el poder adquisitivo de los ciudadanos no ha parado de aumentar y, por consiguiente, la precariedad social se ha reducido de manera sustancial. Es importante recordar que, durante los años 90, el 58% de los vietnamitas vivían en condiciones de pobreza, actualmente ese dato se traduce en 11,3%. Ahora bien, sin lugar a dudas gran parte del éxito suscitado se basa en la política del Đổi mới (renovación). Ésta permitió reconvertir todo el sistema productivo, pasando así de una economía basada en la pesca y agricultura a una organizada por el pujante desarrollo de su base industrial.
¿De qué se trata el Doi Moi?
El 2 de julio de 1976 Vietnam finalmente logra la reunificación luego de 20 años de un conflicto bélico que atropelló toda su estructura social y que enfrentó a los dos grandes modelos económicos de la época. No fue un conflicto más, bajo la lógica de la Guerra Fría se vieron inmersos los intereses de las grandes potencias que estallaron en el pequeño país asiático. Significó la única derrota militar de los Estados Unidos en el siglo XX y llevó a reordenar toda la política internacional norteamericana, así como también, su sistema de alianzas. Al mismo tiempo, surgieron diferentes movimientos sociales y culturales que repudiaban los hechos cometidos y obligaban a repensar todos la cadena de valores que se contemplaban en el mundo occidental.
De todas maneras, una vez instalados en el poder, los representantes del Partido Comunista comenzaron una intensa campaña de colectivización del campo y de las pocas fabricas que quedaron en pie. Lo cierto, es que las medidas implementadas fracasaron rotundamente, los serios problemas económicos y humanitarios continuaron afectando directamente al conjunto de la población. Luego de 10 años las condiciones de vida prácticamente no habían mejorado y millones de personas huían del país hacia destinos con mejores oportunidades. Inmersos bajo este contexto, las autoridades vietnamitas decidieron lanzar en 1986 un paquete de reformas que buscaban, según las propias palabras del VI Congreso del Partido Comunista, – «configurar una economía de mercado orientado al socialismo»-. Para ello, en 1987 se legislo la ley de inversión extranjera que posibilitó la entrada de pequeños capitales aunque con fuertes medidas restrictivas impuestas por el poder local. A su vez, en 1988 el Comité Central derogó la ley que controlaba los precios que regían el sistema económico. Los resultados obtenidos por estos dos antecedentes históricos permitieron que, en 1992, se aprobara la Nueva Constitución de la República Socialista de Vietnam en donde se autorizó la propiedad privada.
Por lo tanto, la estrategia implementada por el gobierno nacional giro en primer término al establecimiento de un marco legal que propicie la actividad privada, para luego incentivar la creación y atracción de empresas bajo la óptica del libre mercado, abandonando prácticamente por completo la colectivización de los recursos agrícolas e industriales.
A diferencia de la China gobernada por Deng Xiaoping, donde el traspaso de una economía centralizada a una más flexible se hizo de manera gradual, en Vietnam se aplicó una política de shock, liberalizando los precios, devaluando fuertemente el «dong» (moneda local) y unificando todos los tipos de cambio. De esta forma no caben dudas que el fenómeno desencadenado por el Doi Moi no intentó copiar ninguna receta aplicada por las naciones vecinas, sino más bien fue una medida de elaboración propia que propiciaba resolver rápidamente las inconsistencias que impedían el desarrollo sano y sostenido. Asimismo, y pese la advertencia de algunos especialistas, el país no sufrió ningún colapso. De hecho, el crecimiento medio en los años 90 fue de un 7%, casi a la altura del gigante asiático. Además, si analizamos la evolución del PBI per cápita observamos que el mismo paso de 98 dólares en 1990 a unos 2.525 para el 2018. Aunque la cifra está lejos del estándar europeo, de seguir por el mismo sendero en relativamente poco tiempo alcanzará a naciones como Perú, México o Brasil. De cualquier modo, también es preciso resaltar que se llegó a este contexto con un bajo porcentaje de deuda soberana (58%) y con una tasa de desempleo que se estima en 3.7%.
¿Cómo se encuentra la realidad vietnamita hoy?
El Primer Ministro Nguyen Xuan Phuc, electo el 7 de abril de 2016, afirmó que el objetivo principal durante su mandato es concretar la estabilidad macroeconómica y elevar la competitividad nacional mejorando el entorno de negocios. Al mismo tiempo, se comprometió a realizar esfuerzos desde el Ejecutivo para aliviar las dificultades del sector empresarial en la producción, comercialización y distribución de bienes y servicios.
Si bien, el crecimiento del Producto Bruto Interno durante su primer año de gestión no alcanzó la meta del 6,7% fijado por el Parlamento, la tasa del 6,2% fue todo un éxito si consideramos las dificultades económicas globales y otros factores adversos que afectaron la economía local. La creciente demanda interna y el impulso de la inversión extranjera directa, ayudaron a la nación a contrarrestar las amenazas mundiales que provocaron una ola de venta de acciones y depreciaciones de monedas durante los últimos años.
Mirado desde esta perspectiva, Vietnam ha dado el primer paso para diversificar su economía, añadiendo a su base exportadora otros bienes industriales como: calzado, textiles y ensamblaje de equipos electrónicos. Por ejemplo, Vietnam hoy es la principal sucursal de la empresa japonesa Kyocera. Por su parte, Samsung ha anunciado inversiones por 20 millones de dólares en diversas áreas. Y los gigantes Canon, Panasonic y Nokia, que ya tienen presencia en el país, se comprometieron a volcar dinero para expandir sus fábricas.
Por otra parte, el 2006 fue un año trascendental para las aspiraciones desatadas por la política del Doi Moi. Luego de 8 años de arduas negociaciones el país logró ser incorporado en la Organización Mundial de Comercio, este hecho abrió una gigantesca puerta para concretar diversos negocios. Según afirmaciones de Pham Tat Thang (Ministro de Industria y Comercio) -«Si aprovechamos eficientemente los acuerdos de libre comercio con la Alianza Económica, la Unión Europea, Japón y Corea del Sur, habrá facilidades para nuestras exportaciones. Además, algunos productos importantes comienzan a penetrar en los mercados exigentes como Japón y Estados Unidos«-.
Todo el contexto posibilitó aumentar la capacidad de consumo de sus habitantes multiplicándola por 6 en los últimos 15 años. Siguiendo con esta línea, los indicadores sociales también mejoraron, el porcentaje de escolaridad primaria alcanza casi el 100% y la esperanza de vida pasó de 68 años en 1986, a 76 para 2016. Además, los servicios públicos de agua potable, electricidad y sistema de cloacas se han extendido sin interrupción desde 1995. Si bien algunas áreas del territorio todavía presentan ausencias de instalaciones ( más que nada en las zonas donde se ubican las diferentes etnias), millones de ciudadanos vieron mejorada su calidad de vida gracias a la llegada de estas prestaciones.
De cualquier modo, no confundamos las cosas: Vietnam es un país en vías de desarrollo con enormes dificultades y cuantiosas preocupaciones que resolver. Sin embargo, el sorprendente crecimiento, impulsado principalmente por la actividad privada, es un dato primordial que alivia las carencias. El Estado continua estando presente en la economía, pero procura mantener el equilibrio y la estabilidad en las cuentas públicas.
El sector industrial, área que aporta el 41,8% del PBI, todavía carece de instrumentos necesarios hacia la conformación de marcas nacionales con proyección en los mercados globales. Además, no debemos dejar pasar la precariedad que a diario sufren los trabajadores, siendo este uno de los puntos nebulosos de la economía vietnamita. Reducir el sector informal y proyectar la eficiencia institucional deben estar en los puntos más urgentes de la agenda de gobierno.
En definitiva, lo verdaderamente destacable es que el país ha logrado salir de la miseria y pobreza extrema a tan solo 34 años de haberse instalado el Doi Moi. Dicha pobreza había sido heredada no solo de una guerra absurda propuesta por Estados Unidos, sino también por las erradas políticas instaladas posteriormente. A pesar de todo, Vietnam hoy se embarca en un proceso de modernización e industrialización que la coloca en la vanguardia de los países de la región, con una amplia perspectiva y con un futuro prometedor se encuadra en un camino de amplia esperanza de desarrollo económico y social.