53 militaires tués au combat plus tard, des centaines sans doute de civils maliens pris entre deux feux, dix ans de guerre et un seul vote à l’Assemblée nationale, trois millions d’euros dépensés par jour, huit milliards au total et nous devons partir, humiliés. Qu’avons-nous fait pour mériter cela ? La France a-t-elle envahi le Mali ? Non ! Elle y est venue à la demande de son gouvernement d’alors. A-t-elle manipulé les putschs qui se sont succédés ? Non. Elle a été incapable de les prévoir – en dépit des avertissements – et ensuite d’y réagir utilement. Son président, Emmanuel macron a juste donné le feu vert aux putschistes en allant parrainer au Tchad l’accès du fils Deby, bientôt imité au Mali et au Burkina. A-t-elle imposé une solution politique quelconque sur place ? Non, elle n’avait ni projet, ni volonté, ni accord avec les Maliens hélas.
Il faut donc partir juste parce que c’est devenu intenable. Juste écrasé sous le poids de la bêtise et de la désinvolture des chefs civils français qui se sont grisés en voulant jouer à la guerre. Nous laissons un pays ami en ruine, un peuple frère déchiré, un putschiste au pouvoir et une bande de mercenaires russes ratissant son espace comme une meute féroce. Les Français sont mal. Les Maliens guère mieux dans un tel contexte. Ils souffraient et vont souffrir davantage encore. Mais la France ne mérite pas l’opprobre. Ni son peuple, ni son armé. Ce n’est vraiment pas ce départ que j’ai souhaité en m’exprimant tant de fois sur le sujet. Le contraire ! Prévoyant cette fin piteuse en queue de poisson, j’ai dit et répété qu’il fallait à notre pays un délai et un cahier des charges pour quitter les lieux. Un plan discuté avec les Maliens. C’est-à-dire un but politique et des conditions de retrait annoncées de longue main. Évidemment, j’ai demandé sans trêve comme président alors du groupe parlementaire insoumis que cela soit politiquement discutées aussi devant notre Parlement. Bastien Lachaud, député de Seine-Saint-Denis et responsable des questions militaires aux Insoumis en a fait autant je ne sais combien de fois par tous les canaux d’expression à notre portée. J’en déduis que, si les circonstances le permettent, nous devrons refonder entièrement notre politique d’accords de défense en Afrique. Il ne peut plus être question de se voir convoqué puis renvoyé comme nous l’avons été au Mali.
Dans l’immédiat je crois qu’il faut revenir dans les bases françaises existantes sur le continent africain, avoir un sérieux débat d’ensemble au Parlement avant de décider quoi que ce soit de nouveau. Et surtout ne pas laisser à la discrétion du seul niveau d’amateurisme présidentiel je ne sais quel nouveau déploiement hasardé sur le terrain dans le Sahel.
Malí: la humillación que desbordó la copa
La lamentable retirada de Malí me hace hervir. Culpo a quienes en París y Bamako nos pusieron en esta situación. ¡Todo este desastre era tan predecible! E incluso, desde el primer día. Pero tal es el precio del alarde de unos pocos. Aquellos que convirtieron una operación militar muy específica en una expedición sin más perspectiva política que la de inflar los pectorales en París. Así se comportaron el presidente Hollande y Le Drian, su ministro de las Fuerzas Armadas. Luego tuvimos en la misma partición a Macron, ese ex secretario general del Elíseo que se convirtió en presidente y de nuevo el mismo Le Drian, esta vez actuando como ministro de Asuntos Exteriores. Ambos igualmente incapaces de sacar a nuestro país del callejón sin salida en el que lo han puesto.
Siguieron 53 soldados muertos en combate, cientos de civiles malienses probablemente atrapados en el fuego cruzado, diez años de guerra y un solo voto en la Asamblea Nacional, tres millones de euros gastados al día, ocho mil millones en total y la obligación de irnos, humillados. ¿Qué hemos hecho para merecer esto? ¿Invadió Francia Malí? ¡No! Ella vino a petición de su gobierno en ese momento. ¿Manipuló los sucesivos golpes de Estado? No. Francia fue incapaz de preverlos, a pesar de las advertencias, y de reaccionar luego de manera útil frente a estos hechos. Su presidente, Emmanuel Macron, solo dio la luz verde a los golpistas al acudir a Chad para apoyar el acceso al poder del hijo de Deby, pronto imitado en Malí y Burkina. ¿Impuso alguna solución política en el terreno? No, pues, desgraciadamente, ella no tenía ni proyecto, ni voluntad, ni acuerdo con los malienses.
La situación se ha vuelto insostenible así que tenemos que irnos. Aplastados bajo el peso de la estupidez y de la falta de seriedad de los líderes civiles franceses, que se embriagaron al querer jugar a la guerra. Dejamos a un país amigo en ruinas, a un pueblo hermano destrozado, con un golpista apoderado y una banda de mercenarios rusos rastrillando su suelo como una manada de. Los franceses están en mala postura. Con este contexto los malienses no quedan en mejor estado. Sufrían y sufrirán aún más. Pero Francia no se merece el oprobio. Ni su pueblo, ni su ejército. Aquello no era la salida que yo quería cuando hablé tantas veces sobre el tema. ¡Todo lo contrario! Anticipándome este lamentable final en desbandada, dije y repetí que nuestro país necesitaba un plazo y especificaciones para evacuar ordenadamente el terreno. Un plan discutido con los malienses. Es decir, un objetivo político y unas condiciones de retirada a largo plazo anunciadas anticipadamente. Por supuesto, como presidente del grupo parlamentario “insumiso”, pedí reiteradamente que esto se debatiera también políticamente dentro de nuestro Parlamento. Bastien Lachaud, diputado de Seine-Saint-Denis y responsable de los asuntos militares dentro de “la France insoumise” ha hecho lo mismo no sé cuántas veces a través de todos los canales de expresión a nuestro alcance. Deduzco de esto que, si las circunstancias lo permiten, tendremos que revisar completamente nuestra política de acuerdos de defensa en África. No debería ya suceder nunca más que nos veamos solicitados de urgencia para ser luego enviados de vuelta a casa como lo experimentamos en Malí.
En el futuro inmediato creo que debemos volver a las bases francesas existentes en el continente africano, organizar un debate general serio en el Parlamento antes de decidir cualquier cosa nueva. Y, sobre todo, no dejar a la discreción del amateurismo presidencial la decisión de no sé qué nuevo despliegue militar azaroso en el Sahel.