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El rey está sentado

Nous publions ici la dernière note de blog de Jean-Luc Mélenchon, écrite au lendemain de la cérémonie d'investiture du nouveau président de la Colombie : Gustavo Petro. Vous trouverez la traduction en espagnol du texte, en deuxième partie d’article. Publicamos aquí la última entrada del blog de Jean-Luc Mélenchon, escrita al día siguiente de la ceremonia de investidura del nuevo presidente de Colombia: Gustavo Petro. Encontrará la traducción al español del texto en la segunda parte del artículo.

Mis vacaciones han terminado. Reanudo el miércoles en los “Anfiteatros (Amphis) de Verano” del Movimiento Francia Insumisa. Antes de retomar el hilo de lo que será mi afán cotidiano, les envío este último post escrito en Colombia al día siguiente de la ceremonia de toma de posesión de Gustavo Petro, el nuevo presidente de Colombia. Que él os inspire con el noble deseo de no rendiros nunca frente a los reyes del momento.

Este ocho de agosto, la Historia, en Colombia, fue contada como un cuento de García Márquez evocando a Simón Bolívar.

¡Diantre! Heme aquí cayendo en la trampa. Para hablar de América Latina, debemos evitar el tono lírico que satisface al europeo en sus prejuicios sarcásticos sobre el tema. Sus burlas pretenden ser inocentes, pero, ¿cuándo es que dejan de expresar un sentimiento condescendiente ante los pueblos folclóricos? En un cuento de García Márquez, cuya obra se representó en Santa Marta esta semana, en el estado de Magdalena, se le hacen burlas a este estado de ánimo. « Para los europeos, América Latina es un hombre con bigote con una guitarra y un revólver. No entienden el problema ». Esta percepción no ha mejorado desde entonces y probablemente incluso todo lo contrario. En Europa, el total desprecio mediático por el evento colombiano de este ocho de agosto habla bastante alto sobre este tema. Pero este silencio es a menudo mejor que sus habituales y despreciables lecciones de buen comportamiento.

Ese domingo, el recién electo presidente, Gustavo Petro, inició su mandato presidencial en la plaza central de Bogotá, la Plaza Simón Bolívar. Decenas de miles de personas se reunieron, cuidadosamente divididas entre la galería oficial y el parterre donde embajadores e invitados extranjeros también tenían cada uno su propio espacio. El sol implacable ardía despiadadamente sobre todos, dejándolos sofocados y viscosos. Fue el momento en que nos freímos de pie. Esperamos mucho tiempo. Largamente. Luego, una y otra vez entre cada fase de la ceremonia. Pero, ¿por qué quejarse? Ese momento fue único. Por primera vez en un siglo, la izquierda asumía la presidencia del país. El público fue, por lo tanto, magnánimo. Es decir, ¡estaba tan implicado! Aquí todo el mundo sabía lo que cada cual estaba viviendo en ese momento. Así que allí estaban, aplaudiendo, gritando e incluso abucheando a veces, como un público que interpretaba el papel del público en la pieza que se jugaba en ese gran escenario de la plaza central. De repente, esas rumorosas emociones recalcaban la densidad narrativa de la ceremonia. De lo contrario, el episodio no habría sido más que una imagen sin perspectiva ni colores. Y no nos habríamos acordado de nada para contar después. Sólo habría quedado el blanco cegador de un sol aplastante.

Hubo un buen comienzo cuando Iván Duque, el presidente saliente, abandonó el palacio presidencial. Acababa de transferir oficialmente el poder a Gustavo Petro como nuevo presidente. Se le vio bajando las escaleras con una indiferencia exagerada, tal vez solo ansioso por ponerse de pie para ser bien visto en las fotos. Desciende, bastante lentamente, un escalón tras otro, flanqueado por una procesión de caras de piedra, vestido de negro, con gafas negras y zapatos negros. Como en las películas, en el funeral de un padrino. Pero aquí el padrino de los padrinos se había quedado en casa aquel día en que su reino institucional se acabó públicamente. ¡Adiós al títere Iván Duque! Adiós al titiritero Álvaro Uribe, caudillo, padre de todos los narcotraficantes paramilitares, amigo de los gringos que acampan por todas partes como en su casa en Colombia. Sí, despedida de Álvaro Uribe, recibido años antes con gran pompa en toda la Europa reaccionaria, y hasta en el Parlamento Europeo en 2004, donde a pesar de todo, los asqueados diputados abandonaron la sala cuando entró, para finalmente dejarlo hablar solo frente a más de seiscientos escaños vacíos.

Iván Duque contuvo la respiración cuando llegó a la calle al alcance de la mirada del gentío allí reunido. Enderezó la cabeza para adoptar la postura de quien manda a los demás. En vano. La ola de gritos lo golpeó en la cara: « ¡asesino! ¡asesino!”. Puños cerrados, bocas furiosas, ojos negros de rabia. « ¡Asesino! ». La memoria de los compañeros asesinados hasta las últimas semanas de su presidencia. Niños, padres, vecinos, encontrados pies y puños atados, insoportablemente mutilados. “¡Asesino!”

En la plaza, la multitud también comenta lo que ella ve, a medida que le anuncian quién está allí. ¡Gritos y abucheos cuando se cita al representante de los Estados Unidos, el presidente de USAID! « ¡Buuuuuu! ¡Buuuuuu!” Y ahora llamamos a Guillermo Lasso, el presidente de Ecuador « ¡Buuuuuu! ¡Buuuuuu! » otra vez. E inmediatamente se vitorea el nombre del expresidente ecuatoriano, exiliado y cubierto de falsas supuestas acusaciones judiciales: « ¡Correa! ¡Correa!”. ¡Afortunadamente no había allí funcionarios franceses! Habrían sido abucheados de todo corazón, estoy seguro. Porque la gente sabe que Macron recibió a Iván Duque con gran aparato. Tal como él recibe a la mayoría de la gente de este tipo, con ese aire cómplice y burlón con el que deja creer, con una sola mueca, que se ve obligado a hacerlo, ¡al tiempo que experimenta muy buenos sentimientos hacia su lúgubre huésped!

¡Pero cómo era de larga esta lista de funcionarios presentes bajo un tal sol! Y hubo otro descanso demasiado largo. ¿Qué pasa? Diez minutos de silencio interminable en los altavoces. Y de repente música militar y gritos. Una guardia militar de honor que avanza lentamente sobre el estrado. ¡Aplausos densos como una lluvia torrencial! Y aquí se oye la canción que sube por todos lados. De pronto, he aquí la consigna de los años de la guerrilla del M19. Los corazones de los viejos militantes zozobran, sus ojos explotan en lágrimas y sollozos reprimidos durante tantos años. « ¡Alerta! ¡Alerta! Alerta que camina, la espada de Bolívar, en América Latina!”. La consigna vuela de un extremo al otro de la plaza, de un cuadrado a otro. Como un golpe de tambor. La escolta de cuatro hombres de la guardia presidencial militar avanza más lentamente. En el centro de sus filas está la espada de Bolívar. ¡Sí, la espada de Bolívar! Eso es lo que hemos estado esperando. Y en tanto que ella no esté allí, todo estará bloqueado. « Iremos a buscarla, si tenemos que hacerlo », dijeron aquí y allá desde la multitud, después de que Gustavo Petro ordenara su presencia.

Pues Gustavo Petro había ordenado que la espada estuviera ahí para la ceremonia. Iván Duque no quería saber nada con eso. Lo prohibió. Se dice que se interpuso en el camino para impedir su nueva posesión. Petro sabía que Duque se negaría. Pero, desde el momento en que tomó posesión del mandato, su primera orden ya no era discutible. Declara a todo pulmón: « ¡que nos traigan la espada de Bolívar! ». Los militares obedecieron. Pero Duque persistió. Palabras, gritos y susurros. Resistencia. Y ahora, Petro reclamando la espada desde la tribuna oficial. A los militares no les gusta en absoluto esta situación. « ¡Pero ya no eres el presidente!” , espetó el oficial a cargo de la tarea, mirando a Duque a los ojos. « ¡El nuevo presidente acaba de dar la orden! Le obedecemos ». Iván Duque debió ceder. ¡Imaginad que hubiese sido necesario arrestarlo por secuestrar la espada! Imposible. Él deja hacer. En la guerra de los símbolos la normalidad siempre llega después de la tormenta y también hay que saber afrontarla. Pero Duque sigue balanceando los brazos. Al final, realmente, ¿qué significó todo esto para él? ¡Duque nunca tuvo el alma de un héroe para nada, ni incluso para su propia causa! ¡Qué alivio! Los militares pueden ya respirar. Toman posesión de la espada. El séquito puede arrancar. Numerosos y firmes. Van directo a la plaza. Allí espera la escolta de honor. Ella acompañará a la espada hasta la tribuna. Es cierto, la espada ha estado caminando desde hace algún tiempo. La historia de Colombia se pliega y los bordes del tiempo se unen. ¡Para este episodio, todo viene de tan lejos!

Tan lejos.

Pero de más cerca también.

En 1974 nació el movimiento guerrillero M19. El presidente Gustavo Petro fue miembro. Y ese día domingo 17 de enero, el primer golpe de brillantez del M19 fue apoderarse de la espada de Bolívar. « ¡Bolívar no está muerto! », proclamó el discurso del flamante M19 al pueblo colombiano « ¡Su espada rompe los límites del museo y se lanza a las batallas del presente! Pasa a nuestras manos ¡Ahora apunta a los explotadores del pueblo! “ Esta retirada de la espada fue un golpe terrible contra la autoridad del Estado colombiano y todas sus instituciones. Inmediatamente cientos de personas quisieron militar en una guerrillas tan atrevida y que sabe hablarle tan bien al imaginario de todos.

La espada se convirtió en el símbolo del grupo político revolucionario. El M19 colocó su imagen en todos sus murales, banderas y comunicados detallados. El objeto robado en sí, permaneció oculto durante años. Pero, ¿dónde? No importaba. Esto solo se sumó a la leyenda. Incluso se creó una Orden de los « Guardianes de la Espada de Bolívar » en 1987, bicentenario del nacimiento de Simón Bolívar.

Y entonces todo cambió.

Dos años más tarde la guerrilla del M19 optó por deponer las armas y entrar en un proceso pacífico y democrático. Fue un acontecimiento considerable, un punto de inflexión importante. El acuerdo fue firmado con el presidente Virgilio Barco. Se previó, muy oficial y espectacularmente, el regreso de la espada. Los líderes del M19 firmaron el acuerdo. Sin embargo, muchos de ellos no tenían idea de dónde estaba. Vimos un video donde Gustavo Petro, un joven decidido, bigote y gorra presionados contra los ojos, declara que la espada nunca ha salido del país. En cualquier caso, este retorno de la espada fue, incluso, la condición para abrir el proceso constituyente previsto en el acuerdo de paz. Se dice que fue traída de Cuba a través de Venezuela. En cualquier caso, se devolvió a tiempo para honrar la firma del acuerdo de paz. Y la nueva Constitución fue adoptada en 1991.

Pero, ahora que había regresado, ¿qué se debería hacer con ella? ¿Dónde guardarla? Para el buen burgués un valor se distingue por su precio. Cuanto mayor sea el precio, más grande será la urna donde depositar el objeto. Así que la espada se colocó en la más grande de todas las bóvedas de Colombia: el banco central. Obviamente, para subrayar la intención, el seguro se contrató de inmediato. Una forma de dar un precio a las cosas que no lo tienen para que la fuerza se quede en la ley del dinero. Un seguro… « en caso de pérdida »… Improbable pero rentable para la aseguradora. Luego volvimos a ser más respetuosos. Ciertamente no se trata de cancelar el seguro. Pero la espada fue puesta en el palacio presidencial. Sin embargo, no abandonó el largo camino de los símbolos.

Este palacio presidencial se llama « la casa de los Nariño », la casa de la familia Nariño. Es el nombre de un gran hombre de la independencia colombiana, Francisco Nariño. Un gran hombre, que fue condenado en su tiempo a doce años de prisión por haber traducido la Declaración de los Derechos Humanos al español. Un texto pintado desde entonces, en francés, en la pared de su casa en el pueblo.

En 1996 me crucé con el M19. Ya había perdido a varios cientos de militantes que habían salido de sus escondites y que fueron asesinados por paracaidistas militares. Se dice que murieron 3500. Pero se mantuvo la línea de terminar la guerra de guerrillas. Ese año, el M19 solicitó y obtuvo su membresía a la Internacional Socialista reunida en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York. La delegación francesa estuvo encabezada por Lionel Jospin. Yo estaba allí. Voté a favor de la adhesión del M19 como todos los demás franceses, incluido Michel Rocard.

Una sola nube habría salvado a la gran plaza de la apoplejía que amenaza a todos los que se encuentran en ese horno. « Como presidente de Colombia, le pido al ejército que traiga la espada de Bolívar », dijo el presidente Petro. « ¡Esta es una orden del mandatario del pueblo! Señores de la casa militar, traigan la espada de Bolívar ante el pueblo, ante el congreso y ante el Estado ». La ceremonia está en suspensión. En la multitud, retumban. « ¡Si no la traen, iremos a buscarla! », dicen aquí y allá.

Por último, la espada aparece con su escolta. Afortunadamente el uniforme de la guardia de honor es rojo. Al menos, incluso desde la distancia, vemos algo. De hecho, realmente no lo vemos. Pero sabemos que está ahí. La multitud canta y grita el lema: « ¡Alerta! ¡Alerta!”. ¡Camarada, el círculo está cerrado! La historia de la Colombia revolucionaria que reinvertimos no sólo ha vuelto, ha triunfado y vuelve a marchar al frente de nuestras líneas en momentos en que nuestra victoria es decisión del pueblo soberano de Colombia.

Hace unos días la delegación de los Insumisos franceses se encontraba en el mausoleo de Bolívar con su corona con un triángulo rojo. Fue allí, en la granja, donde expiró, en los brazos de un médico francés. Entramos cantando la « Marsellesa » y salimos con « la Canción de la partida ». Y en nosotros, los franceses de la tradición de la ilustración liberadora y la Revolución de 1789, de la que los libertiadores latinos fueron tan a menudo actores directos, estuvimos presentes en la plaza, el día del regreso de la espada de Bolívar junto a Gustavo Petro.

Pero también lo son nuestros enemigos.

Cuando llega la espada cada uno se levanta en su camino. ¿Todos? Casi.

En primer lugar, es un grito: « ¡El rey! el rey! ¡Miren al rey!” La ola da la alerta en voz alta. El rey de España permaneció sentado. Piernas extendidas en una orgullosa y algo exagerada desvergüenza. El desprecio se puede leer en la cara de este mástil, aunque deleznable. Comparen lo que significa esta espada, quién la sostenía y esta especie de nada itinerante, que nunca mereció nada por sus obras, el rey de pacotilla que se suponía encarnaba a España. El último descendiente del francés Luis XIV continúa su triste destino de personaje insoportable. Ya el padre de este rey, Juan Carlos Borbón y Bourbon, se vio obligado, recientemente, a huir de España para escapar de la justicia de su reino. Por muy rey que fuera, robó y fue corrupto hasta la médula. Por no hablar de los demás miembros de esta lamentable tribu de « borbón y borbón ». Este rey Juan Carlos, en todo caso se había hecho famoso en Sudamérica por haber interrumpido a Chávez en una reunión de los países del subcontinente donde el monarca hubo de ser invitado. Fue después del almuerzo, es decir después de beber, para este Bourbon que chupa fuerte. « ¿Por qué no te callas?”, le había espetado el rey Juan Carlos, probablemente una vez más bastante ebrio. « ¿Por qué no te levantas? », debería uno preguntarle hoy a su hijo. « El Rey de España no se levanta ante la espada de su vencedor », murmuran los reaccionarios encantados con esta despectiva audacia. Porque Bolívar derrotó a los Borbones de España en los cinco países que liberó del colonizador. Obviamente para Vox y la extrema derecha española, al rey le fue bien. Vox sabe que el rey es uno de ellos. No representa la historia del hispanismo. Él es solo el mascarón de proa de la reacción en esta historia. El Rey es el Rey. Desprecia lo que no viene de él y lo que no se asemeja a él. No encarna nada más que la continuidad de una familia y el poder violento que lo entronizó. Aquí el titiritero de la restauración monárquica en España es el dictador fascista Francisco Franco, aliado de Hitler y Mussolini, que se mantuvo en el poder hasta 30 años después de la derrota de los nazis. ¡ »Mejor es Franco que el retorno a la República » habían ya concluido los amigos de la OTAN!

El Rey está acalorado. El sudor que fluye por su espalda lo hace sentir como si estuviera cubierto de hormigas caminando sobre él. ¡El rey tiene sed! Y ahora, todavía tiene que soportar esta pantomima. El paseo de la espada de un personaje que desafió a sus antepasados. Y esto, bajo el pretexto de que dio a luz a un nuevo mundo. El de los « hombres con bigotes con una guitarra y un revólver », como diría García Márquez. El rey se burla en su cabeza. El rey permanece sentado. Todos se levantan pero no él. ¿Historia, pueblos, la paciente y tenaz batalla por la libertad? Nada de esto es aceptable para él. No te levantas frente a tus pesadillas. Conoce la música. ¡Y también las letras! Al final del día también será necesaria la igualdad. Y de esto no cabe duda, ya que es la negación de la corona de la cabeza a los pies. Además, en la plaza entendimos el mensaje de las nalgas reales pegadas a su asiento. Nos enfurecemos aquí y allá en voz alta. No hay necesidad de traducir.

El rey permanece sentado. No hace nada. Pero para un rey que se supone que es una figura constitucional neutral y sin una opción política, no hacer nada en este momento ya es hacer mucho. Porque como dice un columnista español: « lo que ahora es preocupante es que el rey ya lleva tiempo fuera del marco y siempre del mismo lado ». El lado de la extrema derecha. « Los reyes son monstruos », dijo Saint Just. Los monstruos también regresan al nido. Entonces el rey se sienta. Sus nalgas son su reino. Pero el nido del que brotan García Márquez y Simón Bolívar sigue siendo el más fértil. Escuchad la voz de Gustavo Petro el día en que el rey se sentó frente al símbolo de la libertad ganada por la fuerza de la lucha. « Así termina Cien Años de Soledad de nuestro querido Gabriel García Márquez: « (…) las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra. Quiero decirles a todos los colombianos que me escuchan en esta Plaza Bolívar, en los alrededores, en toda Colombia y en el extranjero, que nuestra segunda oportunidad comienza hoy. Nos lo merecíamos. Se lo merecían. Sus esfuerzos valieron la pena y valdrán la pena. Es hora de un cambio. Nuestro futuro no está escrito. Somos dueños de la pluma y podemos escribirla juntos, en paz y en unión. Hoy comienza la Colombia de lo posible. Estamos aquí contra viento y marea, contra una historia que decía que nunca íbamos a gobernar, contra los de siempre, contra los que no querían renunciar al poder. Pero lo logramos. Hemos hecho posible lo imposible. »

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Marina Mesure

Syndicalisme international

Marina Mesure is a specialist of social issues. She has worked for several years with organizations defending workers’ rights such as the European Federation of Building and Wood Workers.

She has campaigned against child labor with the International Labor Organization, against social dumping and the criminalization of unionism. As a famous figure in the international trade union world, she considers that the principle of “equal work, equal pay « remain revolutionary: between women and men, between posted and domestic workers, between foreigners and nationals ».

Marina Mesure, especialista en asuntos sociales, ha trabajado durante varios años con organizaciones de derechos de los trabajadores como la Federación Europea de Trabajadores de la Construcción y la Madera.

Llevo varias campañas contra el trabajo infantil con la Organización Internacional del Trabajo, contra el dumping social, y la criminalización del sindicalismo. Es una figura reconocida en el mundo sindical internacional. Considera que el principio de « igual trabajo, igual salario » sigue siendo revolucionario: entre mujeres y hombres, entre trabajadores desplazados y domésticos, entre extranjeros y nacionales « .

Spécialiste des questions sociales, Marina Mesure travaille depuis plusieurs années auprès d’organisations de défense des droits des travailleurs comme la Fédération Européenne des travailleurs du Bâtiment et du Bois.

Elle a mené des campagnes contre le travail des enfants avec l’Organisation internationale du travail, contre le dumping social, la criminalisation du syndicalisme. Figure reconnue dans le monde syndical international, elle considère que le principe de « travail égal, salaire égal » est toujours aussi révolutionnaire : entre les femmes et les hommes, entre les travailleurs détachés et domestiques, entre étrangers et nationaux ».

Sophia Chikirou

Directrice de la publication

Sophia Chikirou is the publisher of Le Monde en commun. Columnist, director of a documentary on the lawfare, she also founded several media such as Le Média TV and the web radio Les Jours Heureux.

Communications advisor and political activist, she has worked and campaigned in several countries. From Ecuador to Spain, via the United States, Mexico, Colombia, but also Mauritania, she has intervened with progressive and humanist movements during presidential or legislative campaigns.

In 2007, she published Ma France laïque (La Martinière Editions).

Sophia Chikirou es directora de la publicación de Le Monde en commun. Columnista, directora de un documental sobre el lawfare, también fundó varios medios de comunicación tal como Le Média TV y la radio web Les Jours Heureux.

Asesora de comunicacion y activista política, ha trabajado y realizado campañas en varios países. Desde Ecuador hasta España, pasando por Estados Unidos, México, Colombia, pero también Mauritania, intervino con movimientos progresistas y humanistas durante campañas presidenciales o legislativas.

En 2007, publicó Ma France laïque por Edicion La Martinière.

Sophia Chikirou est directrice de la publication du Monde en commun. Editorialiste, réalisatrice d’un documentaire sur le lawfare, elle a aussi fondé plusieurs médias comme Le Média TV et la web radio Les Jours Heureux.

Conseillère en communication et militante politique, elle a exercé et milité dans plusieurs pays. De l’Equateur à l’Espagne, en passant par les Etats-Unis, le Mexique, la Colombie, mais aussi la Mauritanie, elle est intervenue auprès de mouvements progressistes et humanistes lors de campagnes présidentielles ou législatives.

En 2007, elle publiait Ma France laïque aux éditions La Martinière.

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